miércoles, 14 de marzo de 2007

Por mucho que me pese he de partir.

Dadme vuestra bendición, mi Oscura Majestad.

Cuando lo hagáis os lo agradeceré y aún sufriéndolo como sufre el viento que abandona el seguro refugio de las copas de los árboles para enfrentarse a un mundo de vacío y rugiente soledad. Diré adiós al fuego helado de vuestros ojos, veneno del que mi corazón herido depende, venablos que torturan mi alma quejumbrosa, dulzura que me abandona al despertar.


Hasta pronto, pues.

Que el agua sea dulce en vuestros labios y la brisa ligera en vuestro cabello.

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